Autoestima, la mejor herencia que podemos legar a nuestros hijos

Autoestima, la mejor herencia que podemos legar a nuestros hijos

Lo que va a determinar el éxito en la vida de los menores es la imagen que tienen de sí mismos

La base de la autoestima está en la confianza. Lo primero que tenemos que saber es que la confianza es una característica innata y universal, una fuerza interior que asiste en mayor o menor medida a todos los niños desde su nacimiento y les posibilita que puedan afrontar cualquier tipo de aprendizaje. El objetivo de los padres debe ser mantener y avivar esa confianza, ese fuego sagrado, como si fueran nuevos y benefactores Prometeos, atizar la llama cada vez que sea necesario, en el momento de iniciar nuevos aprendizajes: desde atarse los cordones, hablar una lengua extranjera o encestar una pelota en una canasta.

Cuando más necesitan los pequeños de padres, entrenadores y maestros es precisamente cuando las cosas no les salen bien, momento en el que deben afianzar su confianza. Y esto se consigue a través de la palabra, que puede constituirse en el gran instrumento de aliento y reafirmación o, utilizada torpemente, también podría representar justo lo contrario. Lo que va a determinar el éxito en la vida de estos niños es justamente la imagen que tienen de sí mismos y, para captar dicha imagen, ellos se contemplan en tres fundamentales espejos: los padres, los maestros y sus iguales.

Algunas herramientas para afianzar la confianza

  • Son muchas las herramientas que podemos utilizar para afianzar esta confianza, pero si tenemos que elegir una estrategia infalible esta sería la de poner todo nuestro énfasis en sus aciertos, minimizando los errores.
  • Debemos partir del axioma de que si un niño es más consciente de las cosas que no le salen bien que de aquellas en las que destaca, nunca desarrollará una autoestima saludable o su máximo potencial creativo, por eso hay que priorizar la atención a sus destrezas naturales sobre el tratamiento de sus dificultades y carencias.
  • Un ejemplo que a menudo planteamos en las sesiones de coaching es el siguiente: supongan que su hijo viene a casa con las siguientes notas al final de un cuatrimestre: Literatura 10, Ciencias Sociales 9, Biología 7 y Matemáticas 3, ¿cuál de todas estas notas atrae más su atención? La mayoría de los padres responde lo mismo: ¡Matemáticas¡. Es evidente que el suspenso está en esta asignatura y se requiere una solución de choque para mejorar la calificación. Pero ¿debe ser la que más atención requiera, la que se convierta en el centro de nuestras preocupaciones? Si esto sucediera, ¿cuánto tiempo dedicaríamos a conversar con nuestro hijo acerca de su talento natural para las ciencias sociales y la literatura? Realmente, muy poco, con lo que magnificaríamos y haríamos crecer la preocupación, eclipsando los logros.

Acompañarlos a superar los desafíos de la vida

Lo mejor que podemos hacer desde la más tierna infancia de nuestros hijos es crear espacios y canales de comunicación, de manera que puedan hablar distendidamente de las cosas que les preocupan, de los obstáculos que deben superar o de los desafíos que tienen ante sí.

Para que los niños se animen a ser sinceros y expresivos y que no se limiten a responder con monosílabos –sí y no– a nuestras preguntas deben percibir que estas no son cerradas y que no tienen una finalidad de vigilancia o control. Como por ejemplo: ¿Qué tal te fue en la escuela? ¿terminaste ya la tarea?

Si, por el contrario, formulamos cuestiones abiertas que den lugar al diálogo y a unas respuestas amplias en las que se puedan explayar acerca de los problemas que están enfrentando, la cosa cambia radicalmente: ¿Cuáles fueron tus mejores resultados esta semana? ¿qué te pareció lo más complicado de lo que estudiaste? ¿qué desafíos o pruebas tienes por delante los próximos días, te infunden temor o estás confiado?

Si sabemos que han vivido algún hecho particular y queremos que hablen sobre ello podemos preguntar: ¿cómo viviste esa experiencia? De esa manera, ellos también se animarán a hablar de los obstáculos que estén enfrentando. Y una buena práctica es que luego todos sugieran posibles soluciones o acciones para salir adelante. Así les enseñaremos dos actitudes clave: que es primordial expresar lo que uno piensa y siente frente a las dificultades de la vida y que es muy importante poner el foco en pensar en posibles soluciones.

Ayudarles a fomentar su autoestima

Un componente muy importante de la autoestima es el sentido de la identidad. ¿Saben cuál es uno de los pilares que definen la identidad de un niño? El valor del atractivo físico. En una encuesta con una muestra muy grande se le hizo la siguiente pregunta a miles de chicos: Cuando piensas acerca de ti mismo, ¿qué viene a tu mente? Casi todos los niños encuestados respondieron sobre atributos o defectos físicos. Las heridas a la imagen que un pequeño tiene de sí mismo pueden empezar desde muy temprano. A veces los padres, de manera involuntaria, son los primeros en producirlas. ¿Cómo? A través de comentarios sarcásticos, irónicos, comparativos. Cualquier apodo que los padres pongamos: gorda, enano, vago, puede generar un impacto negativo en los pequeños El uso del sarcasmo y la ironía también es corrosivo para el sentido de identidad de un niño.

¿Cómo puedes saber si tu hijo tiene su autoestima dañada?

Hay ciertos indicios que pueden dar cuenta de un auto-concepto lastimado. Algunos de ellos son:

  • Con frecuencia usa frases negativas para referirse a sí mismo o a los demás.
  • Es hipersensible a la crítica y se avergüenza con facilidad.
  • Le falta confianza en su apariencia o destreza física.
  • Busca complacer a los adultos y suele depender de ellos.
  • Se pone incómodo frente a los elogios: los desestima, niega o se ruboriza con ellos.
  • Le da miedo mostrarse diferente de los demás.
  • A veces usa la ropa de manera exagerada: o se tapa de pies a cabeza o busca llamar mucho la atención con su forma de vestirse.

Algunas técnicas que recomendamos son:

1. Hablar mucho de sus fortalezas. Nunca demos por sentado sus talentos naturales, sus buenos gestos y actitudes y, fundamentalmente, no hagamos de sus debilidades el centro de nuestra atención. Su identidad se fortalece cuando conocen bien sus áreas más favorables.

2. Crear un espacio llamado tu tiempo: puede ser tan breve como cinco minutos. Es el momento donde nuestros hijos pueden contarnos de manera privada y sin ninguna interrupción cualquier desafío, obstáculo o preocupación que tengan. Si no los hay, tu tiempo puede ser usado para hablar de logros. Hace falta decir que en tu tiempo los teléfonos móviles no están invitados a participar.

3. Hablar de ellos de forma positiva delante de los demás. Muchos padres hacen comentarios negativos o irónicos acerca de sus hijos delante de otros. A veces, con la intención de ser graciosos frente a amigos, pueden decir cosas como: “si vieras el desorden que tiene este niño en su habitación Es un desastre”. Cada vez que hacemos un comentario así frente a otros, el niño se siente expuesto y ridiculizado.

4. Animarlos a expresar sus sentimientos: permitirles llorar, enojarse, estar tristes. Preguntar para comprender, no para intentar solucionar de inmediato. Con niños chiquitos, que aún no saben poner nombre a lo que sienten, es muy útil usar cuentos. Si se siente inadecuado en un grupo nuevo de amigos podríamos leerle El patito feo y, al terminar, invitarlo a hacer una reflexión: ¿te sientes como el patito feo alguna vez?

5. Evitar, como si fuera veneno, el uso del sarcasmo, la ironía y el uso de etiquetas.

*Verónica Rodríguez Orellana Psicoterapeuta y directora en Coaching Club y Ernesto de Antonio Hernández Coordinador en Coaching Club

Artículo de http://observatorioeducacion.es/lineas-investigacion/educacion-activa-y-acompanamiento-respetuoso-a-la-infancia-y-adolescencia/bases-de-la-educacion-activa/

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